
Impactos en el ecosistema
A primera vista, identificamos un sector incendiado por el impacto en el paisaje; los colores y formas de la vegetación se pierden y todo se transforma en una gran mancha gris donde queda solo el suelo desnudo y algunos restos humeantes.
Pero no percibimos el daño acumulativo que ese incendio ha producido al Parque Nacional Rapa Nui y de hecho a la isla completa.
En algunos meses las zonas quemadas vuelven a tener algo de cubierta vegetal y todo queda en el olvido… hasta el próximo incendio.
Este es el interminable ciclo que sufre Rapa Nui por la práctica de quemar las praderas, un círculo vicioso de destrucción, todas las semanas, todo el año, por toda la isla, y al cual lamentablemente nos hemos acostumbrado durante décadas.

El círculo vicioso de destrucción
O mejor dicho, la espiral acelerada de destrucción, que parte con las quemas intencionales, le sigue el daño a la vegetación y al suelo, luego la erosión, pérdida de humedad, aumento de especies invasoras, lo cual estimula nuevos incendios… y así sucesivamente.
Las consecuencias más allá del impacto visual
Nuestro campo, la naturaleza, es fuente de vida, salud física, bienestar mental y espiritual, y desarrollo. En él conviven muchos y diferentes seres vivos: plantas, aves, microorganismos…
Todos estos organismos vivos que habitan en el campo interaccionan entre ellos y desempeñan un papel importante los unos para los otros y también para el ser humano.
Por ejemplo, producen aire y agua limpios y también otros productos necesarios como suelo, agricultura, madera, miel, ayudan en el ciclo del agua de la isla, que depende de la capacidad del suelo para capturar e infiltrar las lluvias, cada vez más escasas.
En el suelo también se producen graves daños por las altas temperaturas que se alcanzan: los seres vivos que viven en el suelo y que descomponen la materia orgánica para que las plantas puedan crecer, también mueren.
Nuestra flora nativa depende de un suelo con ciertas características en las cuales se desarrolló y proliferó, pero cuando esas características cambian por los incendios se hace cada vez más difícil que especies nativas y endémicas recolonicen las áreas silvestres de la isla.

Víctimas olvidadas: suelo y agua
En la imagen se observa una ladera interior del Humedal Rano Kau, donde el fuego no solo ha destruido la vegetación nativa, sino que ha dañado la delgada capa de suelo orgánico y además deja el ambiente cada vez más seco, porque queda la superficie expuesta al sol y al viento, mientras que el agua de lluvia escurre. Lo mismo ocurre por toda la isla, parecido a los fenómenos de desertificación.
Además, los terrenos de la isla se quedan sin la protección de la vegetación, el agua de lluvia arrastra la tierra desprotegida y las cenizas, y terminan contaminando así el ecosistema del borde costero.
Por desgracia no se ha estudiado mucho este impacto, pero todos conocen las manchas rojizas en el mar y cómo han afectado a los corales.
En un incendio forestal se destruyen muchos recursos que todos necesitamos y que son fruto de procesos que en la naturaleza toman décadas o siglos, como la producción de cada milímetro de suelo fértil, el establecimiento de una pradera fértil y sana o la creación de un humedal.
Aunque no nos demos cuenta de ello, con los más de 50 incendios forestales que causan cada año en Rapa Nui la isla como ecosistema va siendo cada vez menos capaz de sostener la vida humana.








- ¿Crees que actualmente nuestro ecosistema isleño sería capaz de autoabastecer a la comunidad de los alimentos, como era en tiempos antiguos?
- ¿Somos conscientes de cómo los incendios forestales socavan el complejo equilibrio de nuestro ecosistema insular?